A mediados de la década de los ochenta, un conjunto de jóvenes dramaturgas irrumpe en la escena española para quedarse y conformar la primera generación de autoras dramáticas de la historia del teatro hispánico, entre cuya nómina aparecerán los nombres de Lidia Falcón (1935), Carmen Resino (1941), Lourdes Ortiz (1943), Concha Romero (1945), Maribel Lázaro (1949), Antonia Bueno (1952), Pilar Pombo (1953-1999), Margarita Reiz (1956), Paloma Pedrero (1957), María Manuela Reina (1958), Marisa Ares (1958) y Yolanda García Serrano (1959).
En épocas precedentes, mucho antes de la aparición de este grupo de escritoras, existieron numerosas mujeres que se dedicaron profesionalmente a la dirección escénica o a la escritura teatral –prueba de ello es la labor de María de la O Lejárraga (1874-1947), María Teresa León (1904-1989), Carlota O’Neill (1904-1990), Enriqueta O’Neill (1909-1972) o Maria Aurèlia Capmany (1918-1991), por citar solo algunos nombres–. Sin embargo, la incorporación de estas ...