La prensa diaria de la II República en Canarias como fuente documental y recurso para la renovación historiográfica: sus singularidades dentro del sistema informativo español
Résumés
Les journaux publiés aux îles Canaries pendant la Seconde République, outre qu’ils pallient, comme les journaux péninsulaires, la perte d'une bonne partie de la documentation d’archives de l'époque de la Guerre Civile et de l'autarcie franquiste, présentent un intérêt unique en tant que sources et documents historiques. Nous disons uniques car, après être devenues des entreprises d'information autonomes dans le feu de l'essor économique des années « folles », elles ont exercé un monopole de fait de l'information dans le cadre des libertés de la Seconde République. Cela était dû à la situation atlantique de l'archipel, à près de deux mille kilomètres de la péninsule, où le signal des émissions d'information de Unión Radio n'arrivait pas, et où n'arrivaient pas non plus les jolis journaux madrilènes qui, par train, arrivaient le jour même de leur parution dans la périphérie péninsulaire. Il s’agissait donc d’une situation de communication unique qui rappelle « l’âge d’or » qu’a connu la presse des pays occidentaux les plus développés avant le déclenchement de la Première Guerre mondiale.
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Mots clés :
singularité du journalisme canarien, «âge d’or» de la presse, informations radiophoniques, sources journalistiquesPalabras claves:
singularidad del periodismo canario, «edad de oro» de la prensa, informativos radiofónicos, fuentes hemerográficasKeywords:
Uniqueness of Canarian Journalism, «Golden Age» of the Press, Radio News, Newspaper SourcesPériodes :
1931-1936, IIe République espagnole (1931-1936, aux Îles Canaries), II República Española (1931-1936, en Canarias), Second Spanish Republic (1931-1936, in Canary Islands)Plan
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- 1 Georg G. Iggers, La ciencia histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales. Una visión panorámic (...)
- 2 Ernst Breisach, Sobre el futuro de la Historia. El desafío posmodernista y sus consecuencias, Valen (...)
- 3 Anthony Grafton, Los orígenes trágicos de la erudición. Breve tratado sobre la nota al pie de págin (...)
1Sin duda alguna, uno de los ingredientes de la Historia que más atención ha despertado entre los filósofos, científicos sociales y teóricos, ha sido la formidable complejización de su estatuto epistemológico desde la irrupción de los grandes paradigmas historiográficos1 y, décadas más tarde, las corrientes posmodernas2. En el caso específico de las fuentes, que es lo que en esta ocasión nos ocupa, el proceso ha llevado a la disciplina de estar constreñida, desde sus inicios académicos en la tercera década del siglo XIX3, a los archivos oficiales y de las clases privilegiadas, a abrirse cada vez más en la centuria siguiente a todas las huellas que nos ha legado el pasado, evidentemente, con las cautelas científicas oportunas. Entre las nuevas vías de documentación que tiene a su disposición ahora el historiador, una de las más complejas, si no la más, por su gestación en base a sucesivas ofertas informativas que, en su día, circularon entre los coetáneos, las referencias de sus contenidos a todos los ámbitos de la sociedad, la enorme desigualdad e interés de dichos datos y el descomunal volumen del material a cribar, es la prensa. Más aún cuando los periódicos, al emerger en contextos muy concretos con el propósito de dar satisfacción a demandas informativas muy específicas del lectorado correspondiente, están fuertemente enraizados en sus lugares de edición, lo que complica enormemente la elaboración, con el rigor que demanda la Historia, de métodos y utillajes científicos generalizables a todo el sector a escala internacional.
- 4 María Cruz Seoane y María Dolores Saiz, Historia del periodismo en España, 3. El siglo XX: 1898-193 (...)
- 5 Pierre Albert y André-Jean Tudesq, Historia de la radio y la televisión, Méjico, Fondo de Cultura E (...)
- 6 Georges Weill, El periódico. Orígenes, evolución y función de la prensa periódica, Salamanca, Comun (...)
2En los renglones que siguen, nos proponemos abordar el hecho diferencial de la prensa diaria editada en las Islas Canarias durante la II República (1931-1936, en Canarias) en el seno de la española4, al objeto de ponderar sus potencialidades específicas como fuentes de investigación histórica. Previamente, para sustentar nuestro análisis sobre la solidez deseable, nos hemos detenido, de un lado, en el proceso generador de las fuentes hemerográficas y, de otro, en los rasgos propios del sistema informativo isleño dentro del español y el internacional. A continuación, nos hemos centrado en el período histórico estudiado para hurgar en las interioridades que, en coherencia con los condicionantes geográficos e históricos del archipiélago, singularizan a los rotativos isleños entre los españoles en aquellos agitados años. Al final, la investigación ha dejado patente que los diarios canarios de la II República, al margen de paliar la pérdida de la documentación de archivo de la época durante la Guerra Civil y la autarquía franquista, y de su idoneidad para hacer descender el conocimiento histórico desde el plano de la abstracción al de la vida cotidiana de la gente, atesoran un interés único como fuentes de documentación histórica. En efecto, tras convertirse en empresas informativas autónomas sin acusar todavía, por el emplazamiento del archipiélago, la competencia que la radio ya ejercía en todo el mundo occidental5, los diarios canarios saborearon por entonces, y en un régimen de libertades, un monopolio informativo de facto que recuerda al de la «edad de oro» del sector en los países occidentales más desarrollados antes del estallido de la I Guerra Mundial6.
La mutante utilidad social de la prensa: de medio informativo para los coetáneos a fuente histórica para los investigadores
- 7 Alan Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, Siglo XXI, Madrid, 1991.
- 8 Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados: tres modelos de relación entre los m (...)
- 9 Evidentemente, esta variable está ausente en los países y los períodos históricos (tan frecuentes e (...)
- 10 Lo que facilita las inexactitudes que contiene parte de la documentación de archivo, no sólo por lo (...)
- 11 Al respecto, un sinfín de ejemplos tiene el lector interesado en la obra: Julio Antonio Yanes Mesa, (...)
3Como cualquier otro registro documental generado, en el ámbito público o privado, por la dinámica de toda sociedad occidental, la prensa diaria cumple con dos sucesivas funciones intelectuales, la original de informar del acontecer diario a la ciudadanía y, una vez depositada en las hemerotecas, la ulterior de fuente de documentación para los historiadores sobre la época en la que circuló. En consecuencia, el «conocimiento común» pergeñado en su día a través de las percepciones sensoriales de los periodistas y colaboradores se reconvierte, con el decurso del tiempo, en materia prima para, tras la oportuna criba de sus datos con el utillaje metodológico oportuno, construir «conocimiento científico»7 para la Historia. De ahí se deriva que, para hacer un uso adecuado de esta segunda función de la prensa, todo historiador deba conocer con detalle las interioridades de la anterior, la originaria, y, además, en su contexto correspondiente. Tal es así porque el periodismo es una actividad que, a escala internacional, se desarrolla de manera muy desigual en los diversos países8, lo que significa que la metodología válida para unos no es automáticamente extrapolable, sin más, para otros, por muchas afinidades que haya entre ellos. Una vez aclaradas las interioridades del sistema informativo en el que circuló el periódico en cuestión, debemos ponderar que la oferta informativa fue en su día leída, discutida y, en algunos casos, matizada, cuando no rebatida, por los propios lectores en números posteriores de la misma, u otra, cabecera de la época9. Tal circunstancia, privativa del periodismo porque la documentación de archivo se gesta y custodia a espaldas de la opinión pública10, nos exige una lectura pausada y exhaustiva de los ejemplares, a sabiendas de que cada texto no se agota en sí mismo porque, mientras su contenido estuvo de boca en boca por la sociedad, pudo suscitar polémica entre los coetáneos y, por ende, provocar réplicas que sacaron a la luz pública inexactitudes o datos colaterales sobre la realidad que deseamos investigar11.
- 12 Alan Chalmers, ¿Qué es esa cosa…, op. cit.
- 13 Los primeros pasos en firme del «Periodismo de Investigación» han sido localizados en 1908 en Nueva (...)
4Aunque las informaciones y las opiniones que, en su día, difundieron los periódicos entre sus lectores difieren, en su conjunto, por la inmediatez de su elaboración frente los concienzudos textos que, a partir de éstas, construimos los historiadores a posteriori pertrechados con el utillaje metodológico oportuno, debemos convenir que, lejos de tratarse de dos realidades desconectadas entre sí, una y otra forman parte de un todo continuo coronado en sus dos extremos por el «conocimiento común» del Periodismo y el «conocimiento científico»12 de la Historia. Relativizamos la frontera existente entre ambas construcciones cognitivas, la periodística y la histórica, por la sencilla razón de que, de la misma manera que hay productos de «Periodismo de Investigación»13 tan trabajados que sobrepasan en mucho a un mero conocimiento común, llegando a darse la mano con la «Historia del Presente», hay trabajos históricos muy mediatizados por intereses económicos e ideológicos que nada tienen que ver con la cientificidad de la Historia. El caso que nos ocupa, el de la prensa diaria canaria de la II República, constituye con su singularidad un caso altamente ilustrativo de la enorme sorpresa que nos podemos llevar los historiadores con las fuentes hemerográficas, tal y como tendremos la ocasión de comprobar más adelante, a la luz de los minuciosos informes publicados, más aún cuando se trata de un período cronológico en el que el grueso de la documentación de archivo, a resultas de la Guerra Civil, se ha perdido irremediablemente.
El desigual estatus profesional del Periodismo a lo largo y ancho del orbe
5Tal y como han dejado patente Daniel Hallin y Paolo Mancini, el quehacer laboral de los periodistas, en contraposición al de los médicos, arquitectos o abogados, quienes ejercen sus profesiones guiados por una misma formación académica y un mismo código deontológico, ha diferido históricamente, y todavía sigue difiriendo, entre unos países y otros. Una mera reflexión sobre la gestación de todo periódico, fraguada en un contexto social muy concreto para, desde y hacia dentro de éste, dar satisfacción a unas necesidades informativas que, bien a iniciativa del emisor o del receptor, emergen por circunstancias internas muy específicas, basta para comprender que estamos ante procesos comunicativos con mucha raigambre en las estructuras socioeconómicas, culturales e idiosincráticas del lugar de edición, tanto que sus frutos, los periódicos, no son extrapolables de unos espacios a otros por la enorme heterogeneidad sociocultural que reina en el orbe. Y hasta tal extremo que, en un contexto tan similar internamente como el del mundo occidental, donde el régimen político de la democracia parlamentaria y, a remolque de la globalización, el sobreañadido aglutinante del neoliberalismo tanto ha aproximado entre sí las dinámicas sociopolíticas y comunicativas, las maneras de ejercer el periodismo todavía difieren, hoy en día, entre unos países y otros.
- 14 Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados…, op. cit., p. 107.
- 15 Ibid., p. 30-41, en particular.
6Así, en el ámbito ideológico, un papel relevante entre las funciones del periodista en el viejo continente, aunque en graduación muy desigual entre los países del sur y, al margen de los que formaron parte de la Unión Soviética, los centrales y nórdicos, tiene la interpretación de los hechos con el propósito de influir partidariamente en la opinión pública, cometido que, en los Estados Unidos pierde consistencia, dado que aquí el ejercicio de la profesión se centra sobre todo en ofrecer datos desde un punto de vista neutral. Tal rasgo diferencial conlleva otro relativo al personal de los periódicos, dado que mientras en Europa los redactores suelen compartir una determinada ideología, en favor de la cual abogan abiertamente con sus textos opinativos, en los Estados Unidos pueden convivir las doctrinas más dispares entre los miembros del plantel de cualquier cabecera porque éstas no influyen, para nada, en la elaboración del producto informativo. Hasta tal extremo llega el compromiso ideológico en los países europeos del Mediterráneo como España, que, para amparar el derecho que tiene el periodista a no contradecir sus principios a la hora de llevar a cabo su labor proselitista, hay una «cláusula de conciencia» de la que carecen, no sólo sus colegas estadounidenses sino, también, los del centro y norte del viejo continente14. Paralelamente, los mecanismos comunicativos se articulan, sobre todo, en el sur de Europa, sobre los vasos comunicantes abiertos desde las líneas editoriales con los partidos políticos afines y sus correspondientes votantes, que nutren al grueso de sus clientelas, en clara antítesis con los Estados Unidos, donde los periódicos se dirigen a un público de masas muy heterogéneo. Sobre tales bases, mientras los lectores se reducen en los países mediterráneos a las élites urbanas políticamente activas, dado que las clases populares, por su tardía alfabetización, se habituaron a informarse por los medios audiovisuales, en los Estados Unidos, al igual que en el centro y norte de Europa, son el conjunto de la población15.
La singularidad del sistema informativo canario en el estatal
- 16 En el ámbito lingüístico, el vehículo idóneo para construir un mundo cultural propio, la desigual q (...)
7Por razones más que evidentes, si alguna demarcación territorial destaca por su especificidad en el actual territorio del Estado español, por más que carezca de un nacionalismo como los construidos en las más ricas y prósperas, Cataluña y el País Vasco, son las Islas Canarias. Sólo el emplazamiento marítimo al noroeste de la costa occidental africana, a más de un millar y medio de kilómetros de la península Ibérica, y la tardía incorporación al mundo occidental, a finales del medievo, bastan para comprender que estamos ante el hecho diferencial más acusado de todas las regiones españolas. A dichas circunstancias hay que sumar la población de aluvión que, de procedencia muy diversa, colonizó las islas tras la conquista, la apertura al exterior de la vida insular ante los limitados recursos naturales del archipiélago y la profunda huella cultural dejada por la continua migración con Latinoamérica. Entre estos factores, los dos que más directamente han incidido en dichas especificidades han sido la tradicional vinculación de la economía canaria con Inglaterra en términos de área periférica, con la paralela desconexión de España hasta bien avanzada la dictadura franquista, y el papel de escala obligatoria de los puertos isleños en el nudo de comunicaciones tejido entre las dos orillas del Atlántico. Esa dependencia del exterior, junto con el atraso socioeconómico en la de por sí atrasada España en el mundo occidental, hacen explicable tanto el tradicional desapego de los isleños hacia sus patrones identitarios al asociar16, al igual que todos los pueblos rezagados, tales rémoras con sus tradiciones, como los bajos niveles culturales y el consiguiente déficit de intelectuales y artistas autóctonos capaces de abordar, sublimar y encauzar hacia la construcción de una identidad propia, como ha sucedido en Cataluña y el País Vasco, la historia y la cultura isleñas. Otra cosa bien distinta es lo que ha sucedido con los condicionantes geográficos e históricos indicados, cuya incidencia estructural en la vida insular ha engendrado, sin mediación humana alguna, un sistema informativo en el archipiélago que difiere claramente del compartido por todas las regiones peninsulares.
- 17 Alberto Sánchez de Enciso Valero, Republicanismo y republicanos durante el Sexenio Revolucionario. (...)
- 18 Ibid., p. 217.
8El hecho diferencial de la sociedad isleña en el actual territorio estatal salió a relucir, aunque su autor no se percatara de ello, hace ahora tres largas décadas en una investigación elaborada sobre la prensa tinerfeña en el Sexenio Democrático (1868-1874), cuando el sistema político e informativo de las islas, al calor del marco de libertades vigente en aquel puñado de años, pudo exteriorizarse libremente por vez primera en la Historia. Así, sin poder ocultar su desconcierto, el autor se sorprendió al comprobar que, tras la huida de Isabel II, «mientras el planteamiento de los partidos monárquicos peninsulares ante las formas de gobierno era neto», la derecha tinerfeña consideraba, en abierta contradicción con sus correligionarios del resto del Estado, que «la república era la forma ideal». Con la heterodoxia insular volvió a darse de bruces dicho investigador a propósito de las subsiguientes elecciones a Cortes Constituyentes, cuando «el panorama electoral de la circunscripción occidental de las Islas Canarias resultaba, absolutamente, inédito respecto al de la península», donde «la coalición de los partidos monárquicos formaba un frente sin fisuras y su sentido era antirrepublicano», mientras que en Tenerife «los frentes políticos eran mucho más diluidos» y los republicanos, tras hacer «caso omiso de la táctica preconizada por el Comité Nacional Republicano», concurrieron a los comicios aliados con los progresistas. Otra sorpresa se llevaría dicho autor cuando, en las dos elecciones a Cortes de 1872, constató que, «en Tenerife, la actitud de los republicanos oficiales seguía siendo peculiar [porque] apoyaron a un candidato moderado, en las de abril, y se abstuvieron en beneficio del radical, en las de agosto, cosas, ambas, igualmente inauditas en la península»17. Ante su perplejidad por tales rarezas dentro del estado de la cuestión a escala estatal, el citado investigador, en lugar de buscar las explicaciones oportunas en las especificidades del contexto insular, recriminó al republicanismo isleño el «olvido de los principios éticos» por sus «vergonzantes claudicaciones ante moderados y, fundamentalmente, radicales»18, con lo que, además de no explicar los hechos investigados como es preceptivo en nuestra disciplina, los juzgó y, lo que es peor, desde unos parámetros peninsulares ajenos a los de su objeto de estudio.
- 19 Julio Antonio Yanes Mesa, El periodismo grancanario en el sexenio democrático, 1868-1874, Santa Cru (...)
9Al respecto debemos decir que, en un trabajo sobre el mismo período cronológico, pero referido a la otra isla central del archipiélago, Gran Canaria, nosotros hemos inducido una explicación más que satisfactoria a tales especificidades en el contexto estatal que, poco a poco, hemos ido corroborando y enriqueciendo con más matices conforme hemos avanzado en nuestra línea de investigación. Así, aunque al amparo de las libertades de aquellos años en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria emergieron, al igual que en todas las localidades provinciales de cierta entidad, los órganos locales de los principales partidos políticos que se habían consolidado en Madrid, en el caso que nos ocupa, los periódicos se distinguieron de sus correligionarios peninsulares por una inconsistencia y volubilidad en las líneas editoriales que se tradujeron en dificultades financieras y en trayectorias, desde el punto de vista doctrinario, heterodoxas e, incluso, veleidosas19. El problema residía en las dificultades que tenían los nacientes órganos políticos isleños para desarrollar su labor informativa al estar mediatizados, de un lado, por las ataduras doctrinarias con sus cabeceras matrices de Madrid y, de otro, por las expectativas y las necesidades informativas de un mercado lector que, de acuerdo con la idiosincrasia insular, no compartía los parámetros ideológicos vigentes en la península. La incompatibilidad de ambos ingredientes al derivar de contextos diferentes y, por lo tanto, no poder cohabitar en un mismo producto informativo, hace explicable la heterodoxia de la prensa canaria en relación a la estatal, no sólo en el puñado de años que conformaron el Sexenio Revolucionario sino, a lo largo y ancho de la Historia, en coherencia con el marcado hecho diferencial isleño dentro del actual territorio del Estado español.
- 20 Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados…, op. cit., p. 83-132.
10En efecto, mientras la política y el periodismo se han caracterizado históricamente en la península Ibérica, como en los demás países europeos que dan al Mediterráneo, por dar vida a un abanico de idearios muy escorado hacia sus extremos, con tendencias antisistema y sin un espacio central susceptible de fraguar acuerdos20, en las Islas Canarias siempre ha reinado la templanza y, por ende, un alto grado de consenso social. La ausencia de la experiencia medieval en la sociedad insular por su tardía incorporación al mundo occidental, con la consiguiente debilidad del legado cultural correspondiente y la flexibilidad de las estructuras socioeconómicas implementadas tras la conquista, hacen comprensible, con los restantes condicionante históricos y geográficos citados, el hecho diferencial isleño en el contexto estatal. En el espectro ideológico, dicha singularidad emergió tras la llegada de la revolución liberal, cuando en la península Ibérica el arraigado andamiaje del antiguo régimen generaba, ante la endeblez de la burguesía, una férrea resistencia por parte de las fuerzas conservadoras ante la implantación del nuevo orden durante el siglo XIX y buena parte del XX, en cuyo prolongado transcurso afloró una pluralizada polarización ideológica refractaria al pacto, mientras en las Islas Canarias, por mucho que las salpicaduras del complicado proceso incidieran en la dinámica de la sociedad insular, el cambio se produjo de una manera mucho menos traumática. De ahí que las líneas editoriales diseñadas en Madrid para dar satisfacción al lectorado peninsular carecieran de interés en Las Palmas de Gran Canaria, donde las expectativas y las demandas informativas eran otras.
- 21 Referencias a la fundación de El País y El Eco de Gran Canaria en el reinado de Isabel II tiene a s (...)
- 22 Detalles pormenorizados de todos los periódicos citados ofrece la obra de Julio Antonio Yanes Mesa,(...)
11Un somero repaso a la evolución de los principales periódicos grancanarios en el Sexenio Democrático basta para comprobar que, en efecto, ninguno de los nacidos como órganos locales de los madrileños consolidó su edición en Las Palmas de Gran Canaria. El precursor de los republicanos, El Eco de Gran Canaria (1868), que data de las vísperas de la huida de Isabel II, abrazó tal ideario gradualmente, tras escorarse desde el progresismo cada vez más hacia la izquierda en el esperanzador clima de la revolución, al que luego acompañaron El Federal y El País (1863)21, éste también procedente del período isabelino. Pues bien, los tres, tras dejar patente la inconsistencia de sus idearios, como ilustran la inestabilidad de los subtítulos y los desencuentros internos, carecieron del respaldo social suficiente en la isla como para, tras suspender la edición por represalias gubernativas a finales de 1869, reaparecer cuando la vida insular se normalizó. Con el cambio de año, el testigo lo recogería el posibilista La Tribuna, cuyo editor mantuvo a duras penas la edición hasta marzo de 1871, al que sucedió La Moralidad con una línea editorial que, dentro de la tradicional heterodoxia del sector, evolucionó del federalismo al posibilismo. Tras el cese de éste en abril de 1872, el siguiente órgano republicano se hizo de rogar dos meses largos, cuando apareció El Eco del Pueblo con un cierto tono literario, cuyo ciclo existencial concluyó días antes de conocerse en Canarias la instauración de la República. Finalmente, cuando el Estado se constituía en República, irrumpía con enormes estrecheces El Guiniguada y, tras el fugaz periplo de éste, el último de la inestable cadena de aquellos agitados años, El Popular, ambos promovidos por eruditos locales y, además, llevando hasta el extremo la heterodoxia del sector, con el primero lastrado por un hondo trasfondo religioso y el segundo por un afán de teorizar al margen de la realidad insular. Una inconsistencia similar caracterizaría al espectro monárquico, con El Imparcial y, luego, el alfonsino La Verdad, más conservadores, mientras El Bombero y su sucesor La Defensa abogaban por la monarquía de Amadeo de Saboya, todos ellos también con trayectorias complicadas y, por encima de sus idearios, dando prioridad a la defensa de los intereses de Gran Canaria en el archipiélago22.
- 23 Tan heterodoxa, si no más, que las detectadas por el autor citado notas atrás en Tenerife, hasta el (...)
- 24 Julio Antonio Yanes Mesa, «La bipolaridad templada del sistema informativo de la isla de Gran Canar (...)
- 25 Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados…, op. cit., p. 83-268.
- 26 Julio Antonio Yanes Mesa, «El hibridismo del modelo comunicativo de las Islas Canarias», Investigac (...)
12Entretanto, mientras los órganos políticos grancanarios intentaban en vano enhebrar, como los tinerfeños, las directrices teóricas de sus cabeceras matrices en Madrid en la dinámica de la vida insular23, dos periódicos gestados en el tramo final del período sin ataduras foráneas y, por lo tanto, con unas ofertas informativas más coherentes, consolidaban la edición. Nos referimos a La Opinión (1872), en el ámbito conservador, y a La Afortunada (1873), en el progresista, los cuales consiguieron ganarse, cuando las embrionarias formaciones políticas isleñas aún carecían de la entidad suficiente como para mantener sus órganos en prensa, el público preciso, a pesar de los arcaísmos sociales de la época. Fraguado el primero al amparo de la burguesía, cuya única preocupación era restablecer el orden y la seguridad jurídica para proseguir con sus actividades económicas, y el segundo en el seno de la masonería con un marcado tono racionalista, el acierto de ambas iniciativas radicó en cubrir la bipolaridad templada24 que, en contraposición a lo sucedido en Madrid, late en la sociedad isleña. Se trataba, pues, de dar satisfacción a un moderantismo y un pragmatismo que, en coherencia con los condicionantes geográficos e históricos del archipiélago, se aproximaba más al modelo de los países incorporados al mundo occidental después del medievo, en la línea del que se conformaría en las antiguas trece colonias de Norteamérica por los partidos republicano y demócrata25, que al pluralista polarizado de península Ibérica. Pero como el hecho diferencial sólo incidía en el aspecto ideológico, dado que los bajos niveles de lectura, el tardío desarrollo empresarial de los periódicos, la escasa profesionalización del periodismo y los restantes ingredientes del sector eran comunes a los del resto del Estado, debemos convenir que el isleño era, y sigue siendo, un modelo híbrido26.
- 27 Entre otras obras, dadas sus continuas referencias en todos los trabajos referidos al ámbito sociop (...)
- 28 Aunque comúnmente se sitúa el afloramiento del «pleito insular» en la sociedad canaria tras la cons (...)
- 29 Si bien en todo archipiélago, como se ha constatado en las Baleares, la prensa tiene un marcado car (...)
- 30 Julio Antonio Yanes Mesa, Historia del Periodismo Tinerfeño, 1758-1936. Una visión periférica de la (...)
- 31 Ibid., p. 297-337.
13A falta de los idearios radicalizados y encarados que han arraigado en la península, el sucedáneo sobre el que han pivotado las polémicas de los periódicos isleños ha sido el «pleito insular»27, esto es, la sostenida pugna que, desde los albores de la modernidad para acá28, han sostenido las burguesías asentadas en las capitales de las dos islas centrales, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, por hacerse con los organismos rectores de la región. Para ilustrar hasta qué extremo la pragmática defensa de las prerrogativas de una y otra isla29 ha primado históricamente en la prensa canaria sobre la tendencia ideológica que puedan hacer pensar los subtítulos y las militancias, basta con traer a colación dos episodios, uno referido a un periódico de finales del siglo XIX y otro al periodismo en su conjunto durante la primera década del XX, de los muchos que brinda el sector a la largo y ancho de la Historia. En el primer caso, se trató de la deserción del diario tinerfeño La Opinión del partido conservador para recalar en la facción liberal enfrentada con sus hasta ahora correligionarios de Gran Canaria, lo que sucedió tras el pacto urdido en Madrid entre los conservadores tinerfeños y los liberales del grancanario Fernando León y Castillo30. Y el segundo, del cierre de filas de los órganos de todas las tendencias de las dos islas centrales del archipiélago en la dura pugna que, en los años previos a la promulgación de la ley de cabildos de 1912, sostuvieron ambas a cuenta de la división de la provincia, cuya capital, por entonces, estaba en Santa Cruz de Tenerife. Autoproclamado «Unión Patriótica» el conglomerado de Tenerife para no dejar el más mínimo resquicio al debate, éste aglutinó, codo con codo, al diario católico Gaceta de Tenerife (1910-1939), al otrora conservador y ahora liberal La Opinión (1879-1916) y a los republicanos, de desigual talante, Diario de Tenerife (1886-1917), El Progreso (1905-1932) y La Prensa (1910-1939), diluyendo hasta su más mínima expresión las teóricas diferencias doctrinarias existentes entre unos y otros31.
- 32 Un panorama del diario divisionista desde dentro de sus entrañas ofrece la obra de quien fuera su r (...)
- 33 Julio Antonio Yanes Mesa, «El feroz tinerfeñismo del diario La Tarde en su etapa fundacional», Tebe (...)
14Hasta tal extremo ha marcado el «pleito insular» la dinámica del periodismo canario, que dos de los diarios más influyentes del archipiélago en el siglo XX, uno de la zona oriental y el otro de la occidental, han articulado sus principios configuradores sobre dicha variable. Nos referimos a La Provincia (1911), gestado en Las Palmas de Gran Canaria como abanderado de las tesis divisionistas en las vísperas de la promulgación de la ley de cabildos de 191232, y a La Tarde (1927-1982)33, éste promovido quince años más tarde en Santa Cruz de Tenerife, tras la división provincial, reivindicando la recentralización del archipiélago. En efecto, ambos diarios, con el exclusivo gancho de la defensa «patriótica» de lo que consideraban «derechos» de su isla, se consolidaron de inmediato en sus respectivas áreas de difusión, ceñidas al hinterland de sus ciudades, sin apenas dar señales de vida en la rival. Los dos casos demuestran que «el pleito insular», lejos de constituir una de las tantas rivalidades vecinales que proliferan por doquier, ha sido para las islas algo así como el sucedáneo de la pluralizada polarización ideológica de la península. De ahí, la tradicional bicefalia del sistema informativo del archipiélago, en el que los diarios punteros, repartidos entre las capitales de las dos islas centrales, han volcado históricamente el grueso de sus informaciones, y restringido sus tiradas, a sus respectivos ámbitos, occidental u oriental, en detrimento de las perspectivas regionales. Por lo tanto, el moderantismo reinante en la sociedad insular, con la consiguiente ausencia de segmentos poblacionales cohesionados por idearios interinsulares encarados entre sí y, por lo tanto, compartidos en todo el archipiélago, hace en buena medida explicable la fuerte preeminencia del referente insular, tanto en las formaciones políticas como, por los vasos comunicantes existentes entre ambas, en la prensa.
El excepcional estatus de la prensa canaria en la II República
- 34 Remitimos al lector a los clásicos Georges Weill, El periódico. Orígenes…, op. cit., p. 203-228 (ed (...)
- 35 Eugenio Burriel de Orueta, Canarias: población y agricultura en una sociedad dependiente, Barcelona (...)
- 36 Julio Antonio Yanes Mesa, «Las finanzas de los periódicos tinerfeños en los años de entreguerras», (...)
15Dentro del hibridismo del sistema informativo isleño, en las vísperas de la I Guerra Mundial, los periódicos aún no divisaban, ni de lejos, la dimensión empresarial que, desde el último cuarto del siglo XIX34, habían adquirido los editados en los países punteros del mundo occidental. Un somero vistazo al reducido mercado lector que consumía tales productos informativos, fragmentado en islas y lastrado por unas tasas de analfabetismo que tendían al 70 por 100 y unos niveles de vida muy precarios35, basta para comprender el rezago que, dentro de un país de por sí rezagado como España, sobrellevaba el periodismo canario por entonces. A los factores retardantes de índole demográfico había que sumar otros como el caciquismo, la fuerte ruralización de la vida insular, las pésimas comunicaciones interiores y exteriores, el escaso desarrollo de las actividades urbanas y los restantes arcaísmos socioeconómicos que sobrellevaba el archipiélago, lo que hacía inviable la edición de un periódico sin apoyaturas externas. Así, con tales limitaciones, los diarios más estables de la época eran los que nacían al amparo de las facciones políticas, una vez adaptadas a la heterodoxia insular, las cuales garantizaban la mínima clientela de lectores y, en segundo lugar, de anunciantes que el mercado insular aún no estaba en condiciones de suministrar de manera espontánea. Sobre tales bases, el grueso de los ingresos de los principales diarios provenía de unas tiradas que, en el mejor de los casos, apenas sobrepasaban el millar de ejemplares36, dado que las cifras de la publicidad, conseguidas por compromiso, apenas alcanzaban la cuarta parte de las generadas por las ventas, la inmensa mayoría de éstas a través de suscripciones porque las ventas al número eran testimoniales.
- 37 Miguel Suárez Bosa, Recuperación y crisis de la economía canaria (1920-1936), Santa Cruz de Tenerif (...)
16El periodismo isleño empezaría a sintonizar con la vanguardia del occidental, evidentemente, dentro de las limitaciones cuantitativas del contexto insular, en los «felices» años veinte del siglo pasado, cuando la economía canaria, a remolque de la exportación frutera a Inglaterra37, entró en una fase de crecimiento al calor de la coyuntura internacional expansiva que habría de cercenar el crac bursátil neoyorquino de 1929. Los múltiples efectos benéficos de la bonanza económica se dejaron notar en vertientes tan diversas de la vida insular como el desarrollo urbano de las capitales de las dos islas centrales del archipiélago, el mayor poder adquisitivo de la población, la mejora de las comunicaciones interiores y exteriores del archipiélago y la regresión del analfabetismo. En el proceso, los dos factores que más directamente incidieron en el salto cualitativo y cuantitativo que dio la prensa isleña en esa década fueron, de un lado, el despegue de los potenciales lectores, con el consiguiente incremento de aquellos cuya decisión de compra se movía, superando su número cada vez más al que suministraban por compromiso los correligionarios, por la calidad de la oferta informativa; y, de otro, el desarrollo de la publicidad, lo que hizo que los anunciantes, percatados de su creciente rentabilidad comercial, eligieran también el periódico de motu proprio, en este caso, por la circulación, para sacar el mayor provecho posible a la inversión. Conforme avanzaron los años veinte, la paulatina incidencia de ambos factores trastrocó, poco a poco, las bases del periodismo canario hasta generar, tras la llegada de las libertades con la República, un contexto informativo muy diferente al de anteguerra.
17Al compás de tal mutación, la estructura financiera de los diarios punteros de las islas dio un vuelco tan espectacular que, aunque las ventas de finales de la década multiplicaban a las de inicios por cinco, ahora no llegaban ni al 50 por 100 de los ingresos publicitarios, lo que deja entrever la fuerte capitalización del sector en el contexto insular. En el proceso, los editores más capaces consiguieron sacar a los periódicos de los cotos ideológicos en los que, hasta entonces, se había guarecido de los arcaísmos contextuales, conforme gestaban, al calor del despegue de las tiradas y, sobre todo, de la captación de anuncios, las primeras empresas informativas autónomas del archipiélago. Nos referimos a entidades nada desdeñables dentro del tejido productivo insular, dotadas de una veintena larga de asalariados, entre periodistas, administrativos y operarios, y equipadas con unos talleres en los que la vetusta máquina plana de anteguerra había dado paso a linotipias, estereotipias, rotativas y fotograbados. El desarrollo conllevó la superación del tradicional minifundismo al concentrarse el sector en las capitales de las dos provincias, occidental y oriental, que ahora articulaban el organigrama administrativo del archipiélago. Sobre tales bases, la oferta informativa de los principales rotativos, cuyo paginado duplicaba o triplicaba y, en las ediciones dominicales, hasta cuadruplicaba las cuatro páginas de antaño, se hizo eco de las innovaciones formales introducidas por el «nuevo periodismo» a finales del siglo XIX en las principales ciudades occidentales, caso del creciente uso de la imagen a través del grabado y, luego, de la fotografía, así como de los titulares a varias columnas y de los textos más cortos, pero con un cuerpo de letra superior, y con un lenguaje más asequible para permitir la lectura del periódico a todo tipo de lector en los lugares más diversos. Otro tanto sucedió con los contenidos, que, además de zafarse de las ataduras foráneas de inicios de la década, se abrieron cada vez más a la problemática estatal e internacional, diversificaron la agenda informativa y prestaron un creciente interés a las primeras manifestaciones de la cultura de masas en las islas.
- 38 Julio Antonio Yanes Mesa, «The Final Setting of the Golden Age of the Press in the World: the Canar (...)
- 39 Georges Weill, El periódico. Orígenes…, op. cit., p. 203-228.
18A los rasgos estructurales del hecho diferencial comunicativo canario en el contexto estatal, caso del hibridismo y la bipolaridad templada, en los años de la II República se sumaron otros coyunturales no menos relevantes derivados de su emplazamiento en el noroeste de la costa occidental africana. Nos referimos, en primer lugar, a la preservación del mercado interior para los rotativos isleños por la interposición del millar y medio de kilómetros de mar con el resto del Estado, lo que impedía la llegada por ferrocarril de los atractivos y competitivos diarios madrileños que, por entonces, recalaban por dicha vía en el grueso de las provincias peninsulares. Con ello, actuando como un providencial arancel porque la navegación aérea con Madrid aún era muy esporádica y la marítima con Cádiz tardaba varios días, el mar propició que los rotativos canarios, una vez emancipados de sus servidumbres políticas, pudieron desarrollar su labor informativa sin acusar la competencia de los editados con mayores en la capital del Estado. A tal monopolio se añadía el estado embrionario en el que se movía la radiodifusión isleña, en base a las dos emisoras de baja potencia inauguradas oficialmente en 1935, Radio Club Tenerife EAJ-43 y Radio Las Palmas EAJ-50, ambas con un alcance muy reducido en un territorio fragmentado por islas, accidentado por una orografía que dificultaba la transmisión de las ondas hertzianas, con un tendido eléctrico circunscrito a los enclaves más urbanizados y unos puntos de sintonización que apenas rondaban los tres mil aparatos receptores. Como las señales radiofónicas de la península, y del exterior, no llegaban o lo hacían con escasa nitidez, debemos convenir que el periodismo escrito canario vivió en aquellos años una experiencia que recuerda a la que Georges Weill nominara, tres o cuatro décadas atrás, «edad de oro» de la prensa38, cuando los diarios de las principales ciudades occidentales, tras convertirse en empresas autónomas, desempeñaron su labor informativa sin tener que depender de intereses foráneos por su autosuficiencia financiera y, además, ejerciendo un monopolio de facto porque aún no había irrumpido la radiodifusión39.
A modo de síntesis conclusiva
- 40 María Antonia Paz Rebollo y Julio Montero Díaz, El cine informativo, 1895-1945. Creando realidad, B (...)
- 41 Pierre Albert y André-Jean Tudesq, Historia de la radio y…, op. cit., p. 97-158.
19Las páginas de los diarios isleños de la II República atesoran una información sobre aquellos convulsos años de excepcional interés para los historiadores, no sólo por su exclusividad ante la pérdida del grueso de la documentación de archivo, sino, además, por sus características a la luz del actual estatuto epistemológico de la disciplina. En primer lugar, porque los periódicos eran todavía las únicas vías de comunicación social que, en el archipiélago, daban cuenta del formidable debate social del acontecer diario de la época, cuando en buena parte de la península, y el mundo occidental, tal función ya le había sido arrebatada por la radio, que, a la sazón, disfrutaba su «edad de oro» junto al cine informativo y documental40, antes de que, tras la II Guerra Mundial, se implantara la televisión41. Por lo tanto, en contraposición a lo que sucedía en el grueso de los países occidentales, donde los rotativos habían adquirido un cometido más explicativo e interpretativo de la actualidad al no poder competir con las ondas hertzianas en la inmediatez del servicio de la noticia, los diarios canarios seguían ofreciendo información a secas y, además, constituyendo el cauce más eficaz para articular las polémicas ciudadanas. Hasta tal extremo conservaban dicha función que los embrionarios espacios informativos de Radio Club Tenerife EAJ-43 y Radio Las Palmas EAJ-50, las dos emisoras inauguradas oficialmente a un año vista del estallido de la Guerra Civil, se reducían a la lectura de textos que, a primera hora de la mañana, habían publicado los diarios matutinos de las respectivas ciudades y, por lo tanto, leído y comentado por los potenciales radioyentes, y a la retransmisión artesanal, por la precariedad de los medios técnicos, de algún que otro evento in situ. El limitado alcance de la señal y los escasísimos aparatos receptores instalados en las islas, aunque algunos de ellos estuvieran en bares, cafeterías y lugares públicos, redunda en el estado embrionario de la radiodifusión isleña, por más que tampoco acusara competencia foránea alguna por el emplazamiento, al oeste de la costa noroccidental africana, del archipiélago.
- 42 En base a las dos entregas que, en Santa Cruz de Tenerife, marcaban el diario matutino La Prensa, q (...)
- 43 Julio Antonio Yanes Mesa, La Gran Depresión en Canarias…, op. cit., p. 31-128, dedicadas a la cris (...)
- 44 John Lewis Gaddis, El paisaje de la Historia. Cómo los historiadores representan el pasado, Barcelo (...)
- 45 Simon Gunn, Historia y teoría cultural, Valencia, Universitat de València, 2011, p. 86-92; y Peter (...)
20Decíamos que las fuentes hemerográficas legadas por la II República en las Islas Canarias, al margen de mitigar como las peninsulares uno de los vacíos documentales más clamoroso de la España contemporánea, tienen la sobreañadida virtud de favorecer la construcción del conocimiento histórico dentro de los actuales parámetros de la Historia por los residuos que atesora de las vivencias de los coetáneos. En efecto, junto a los flashes informativos que, por entonces, no lo eran tanto, porque estábamos a años luz de la aceleración actual del tiempo histórico42, sus páginas contienen densos informes elaborados sobre espacios temporales de meses e, incluso, años, cuyo contenido está en la línea de lo que hoy en día entendemos por Periodismo de Investigación e, incluso, Historia del Presente43. Y como varios de ellos fueron objeto de réplicas y dúplicas, lo que, en más de una ocasión, desató largas polémicas, el texto inicial está con frecuencia enriquecido en las fechas subsiguientes a su publicación con una serie de datos colaterales que enriquecen el conocimiento del tema en cuestión. Al proceso debemos añadir que, como toda documentación que emergió de los espacios de sociabilidad coetáneos, sus datos recrean los hechos sobre las rutinas del día a día y el lenguaje de sus protagonistas, lo que nos permite, de un lado, aproximar la investigación a la vida cotidiana de la época y, de otro, contener el riesgo de extrapolar nuestros parámetros de valoración actuales al pasado investigado. Y como los textos que nos interesan están enhebrados en su contexto a través de los restantes fragmentos de la sociedad que fueron noticia, el periódico nos facilita sobremanera la percepción de la realidad como es preceptivo en la Historia, esto es, como un todo cuyas partes están indisolublemente conectadas entre sí44. Por si fueran pocas las virtudes, nos resta añadir que el manejo simultáneo de varias cabeceras, al percibir cada una de ellas los hechos desde atalayas diferentes, en función del grado de independencia y, dentro del moderantismo de la idiosincrasia insular, del ideario de la línea editorial, estamos en disposición de poder dar juego a las diferentes versiones que sobre el tema investigado circularon en su día, esto es, a lo que Mijaíl Batjín nominara «heteroglosia»45.
- 46 Alberto Sánchez de Enciso Valero, Republicanismo y republicanos…, op. cit.
- 47 Julio Antonio Yanes Mesa, «Gaceta de Tenerife o la obstinación de un diario católico-conservador», (...)
- 48 Julio Antonio Yanes Mesa, «El diario político Hoy: un anacronismo informativo en Tenerife durante (...)
21Sobre tales premisas, para poder acceder con el rigor deseable a la prensa canaria de la II República, además de las interioridades del sistema informativo isleño, debemos conocer, no sólo las perspectivas desde las que cada periódico contempló la realidad, sino, también, sus vínculos con el fragmento de ésta que vamos a investigar. Tal es así porque, sin dicha referencia, podríamos toparnos con hechos difíciles de explicar, dada la concomitancia y el pragmatismo del espectro ideológico insular, como le sucediera al citado autor que, tres largas décadas atrás, se ocupara del Sexenio Revolucionario en Tenerife46. Así, a título ilustrativo, cuando en el seno del partido conservador Acción Popular Agraria surgieron tensiones entre los agricultores, los exportadores y los navieros por la incesante merma del beneficio que generaban los envíos fruteros a Europa, su órgano en prensa, Gaceta de Tenerife (1910-1939), en lugar de mediar en un problema cuyas causas eran foráneas (la depreciación de la fruta en los mercados y los contingentes a la importación establecidos por los países receptores), se puso de parte de los cosecheros y emprendió una devastadora campaña contra los navieros y, en particular, la compañía Transmediterránea, en solicitud del rebaje de los fletes, por más que todos eran correligionarios. Pues bien, para comprender tan desconcertante actitud, dado el quebranto interno que causaba a su propio partido, debemos tener presente que Gaceta de Tenerife, en lugar de desarrollarse empresarialmente como los rotativos coetáneos La Prensa y La Tarde, había seguido anclado en su configuración fundacional, lo que le hacía depender de ayudas foráneas para sobrevivir que, por entonces, provenían del Sindicato Agrícola del Norte de Tenerife47, constituido por los mayores productores de plátanos de la isla. Tan heterodoxo comportamiento no sólo quedó ahí porque el órgano católico-conservador no tuvo reparos a la hora de cerrar filas con su rival de nuevo cuño, el diario Hoy (1932-1936), portavoz del Partido Republicano Tinerfeño, ante la común animadversión de ambos contra la compañía Trasmediterránea, en el caso del segundo, para favorecer los intereses de su principal valedor, el consignatario de buques Álvaro Rodríguez López48. Pero a pesar de tantas dificultades, debemos convenir que los frutos de las fuentes hemerográficas isleñas son tan sustanciosos que compensan, y con creces, los esfuerzos que requieren su manejo para la construcción de conocimiento histórico.
Notes
1 Georg G. Iggers, La ciencia histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales. Una visión panorámica y crítica del debate internacional, Barcelona, Idea Universitaria, 1998, p. 23-58.
2 Ernst Breisach, Sobre el futuro de la Historia. El desafío posmodernista y sus consecuencias, Valencia, Universitat de València, 2009; Lutz Raphael, La ciencia histórica en la era de los extremos. Teorías, métodos y tendencias desde 1900 hasta la actualidad, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico» (CSIC), 2012.
3 Anthony Grafton, Los orígenes trágicos de la erudición. Breve tratado sobre la nota al pie de página, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 31-60.
4 María Cruz Seoane y María Dolores Saiz, Historia del periodismo en España, 3. El siglo XX: 1898-1936, Madrid, Alianza Editorial, 1996, p. 403-498.
5 Pierre Albert y André-Jean Tudesq, Historia de la radio y la televisión, Méjico, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 35-54. Para el caso de España, véase el también clásico Carmelo Garitaonaindía Garnacho, La radio en España, 1923-1939 (de altavoz musical a arma de propaganda), Madrid, Siglo XXI, 1988, p. 51-86.
6 Georges Weill, El periódico. Orígenes, evolución y función de la prensa periódica, Salamanca, Comunicación Social, 2007, p. 203-228.
7 Alan Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, Siglo XXI, Madrid, 1991.
8 Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados: tres modelos de relación entre los medios de comunicación y la política, Barcelona, Editorial Hacer, 2008, p. 83-268, donde, a la luz de los modelos pluralista-polarizado (países europeos que dan al Mediterráneo), liberal o angloamericano (Reino Unido y Estados Unidos) y democrático-corporativo (países del centro y norte de Europa), se pone en valor que el Periodismo, en contraposición a otras profesiones, como, por ejemplo, la Medicina, se ejerce de manera muy desigual dentro de los países occidentales, lo que magnifica su heterogeneidad a lo largo y ancho del orbe.
9 Evidentemente, esta variable está ausente en los países y los períodos históricos (tan frecuentes en el caso de España) en los que la dinámica sociopolítica no se rige por la democracia parlamentaria.
10 Lo que facilita las inexactitudes que contiene parte de la documentación de archivo, no sólo por los conocidos acuerdos de los comparecientes en las notarías o la falta de celo en la cumplimentación por los funcionarios de algunos trámites burocráticos, sino por casos como, por ejemplo, las declaraciones de las familias de los jóvenes que, a inicios del siglo XX, habían partido del municipio de Güímar para Cuba antes del llamamiento a filas, cuyas incomparecencias a los actos de clasificación y alistamiento justificaban aduciendo que sus hijos se habían desplazado a «trabajar a las Islas Baleares» (sic), destino que jamás ha existido en la emigración canaria. Si tales afirmaciones, cuyas causas debieron obedecer a la reciente independización, en 1898, de Cuba y a su conversión en un país extranjero, hubiesen sido noticia en la prensa de la época, a buen seguro que habría salido a relucir su falsedad (Julio Antonio Yanes Mesa, La emigración del municipio canario de Güímar, 1917-1934, Santa Cruz de Tenerife, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1993, p. 69-78).
11 Al respecto, un sinfín de ejemplos tiene el lector interesado en la obra: Julio Antonio Yanes Mesa, La Gran Depresión en Canarias. Un estudio con fuentes hemerográficas, Santa Cruz de Tenerife, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1999.
12 Alan Chalmers, ¿Qué es esa cosa…, op. cit.
13 Los primeros pasos en firme del «Periodismo de Investigación» han sido localizados en 1908 en Nueva York, cuando The New York World de Joseph Pulitzer (1847-1911) sacó a la luz pública ciertas corruptelas en los fondos librados por el Congreso de los Estados Unidos para la construcción del canal de Panamá: José Javier Sánchez Aranda, Pulitzer. Luces y sombras en la vida de un periodista genial, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1998, p. 189-197.
14 Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados…, op. cit., p. 107.
15 Ibid., p. 30-41, en particular.
16 En el ámbito lingüístico, el vehículo idóneo para construir un mundo cultural propio, la desigual querencia de los patrones culturales propios por las razones comentadas está ilustrada con la pujanza de las lenguas autóctonas en Cataluña y el País Vasco frente a la pérdida de la aborigen de ascendencia bereber de las Islas Canarias, a pesar de que ésta, según los versados en la materia, siga siendo recuperable a partir de los restos fragmentarios sobrevivientes del pasado, las referencias africanas y el actual habla isleña: La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria, jueves, 7 de noviembre de 2013, p. 59, «Un experto cree que en Canarias se podría volver a utilizar el habla de los guanches», por Belén Rodríguez (Efe), a propósito de la conferencia impartida en la Universidad de La Laguna por el profesor Mohand Tilmaltine, especializado en el lenguaje bereber, de la Universidad de Cádiz.
17 Alberto Sánchez de Enciso Valero, Republicanismo y republicanos durante el Sexenio Revolucionario. El caso tinerfeño, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1991, p. 25-27, 93-94 y 112.
18 Ibid., p. 217.
19 Julio Antonio Yanes Mesa, El periodismo grancanario en el sexenio democrático, 1868-1874, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Densura, 2017, p. 25-156.
20 Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados…, op. cit., p. 83-132.
21 Referencias a la fundación de El País y El Eco de Gran Canaria en el reinado de Isabel II tiene a su disposición el lector en la obra: Julio Antonio Yanes Mesa, La primera división provincial en los orígenes y la consolidación del periodismo grancanario, 1852-1859, Islas Canarias, Ediciones Densura, 2019, p. 209, 235 y 244.
22 Detalles pormenorizados de todos los periódicos citados ofrece la obra de Julio Antonio Yanes Mesa, El periodismo grancanario en el Sexenio..., op. cit.
23 Tan heterodoxa, si no más, que las detectadas por el autor citado notas atrás en Tenerife, hasta el extremo de que en las elecciones de abril de 1872 los republicanos presentaran por la circunscripción de Guía a Miguel de Rosa con el apoyo de los alfonsinos, esto es, del sector monárquico más conservador (Julio Antonio Yanes Mesa, El periodismo grancanario en el Sexenio…, op. cit., p. 113).
24 Julio Antonio Yanes Mesa, «La bipolaridad templada del sistema informativo de la isla de Gran Canaria en el Sexenio Democrático (1868-1874)», in Marta Rodríguez Castro, Carlos Toural Bran y Alberto Pena Rodríguez (ed.), Nuevas perspectivas historiográficas en Comunicación. Abordajes sobre la prensa en España, Portugal y América Latina, Salamanca, Comunicación Social, 2021, p. 47-72.
25 Daniel Hallin y Paolo Mancini, Sistemas mediáticos comparados…, op. cit., p. 83-268.
26 Julio Antonio Yanes Mesa, «El hibridismo del modelo comunicativo de las Islas Canarias», Investigaciones Históricas, nº 40, 2020, p. 471-496 (p. 471-476).
27 Entre otras obras, dadas sus continuas referencias en todos los trabajos referidos al ámbito sociopolítico de la sociedad insular al tratarse de un componente estructural de la historia de Canarias, véanse Buenaventura Bonnet Reverón, La Junta Suprema de Canarias, dos vols., La Laguna (Tenerife), Real Sociedad Económica de Amigos del País, 2008, 3ª edición (la original es de 1948); María Teresa Noreña Salto, Canarias: política y sociedad durante la Restauración, dos vols., Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular, 1977; Marcos Guimerá Peraza, El Pleito Insular (1808-1936), Madrid, Instituto de Estudios de Administración local, 1987; Juan Ramón Núñez Pestano, La Nivaria triunfante y su capital gloriosa o los orígenes del pleito insular, La Laguna (Tenerife), Universidad de La Laguna, 2001; y Agustín Millares Cantero, Santa Cruz dominadora. El centralismo interno y la provincia imposible en el XIX canario, Las Palmas de Gran Canaria, Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, 2004.
28 Aunque comúnmente se sitúa el afloramiento del «pleito insular» en la sociedad canaria tras la constitución de la Junta Suprema de La Laguna en julio de 1808, a poco más de dos meses de la invasión napoleónica, debemos consignar que, casi medio siglo atrás, el ilustrado José de Viera y Clavijo (1731-1813), el alma máter de la Tertulia de Nava en la que se gestaron los primeros periódicos manuscritos isleños de los que se tiene noticia, una vez establecido en Madrid, dejó patente en una de sus Cartas del viejo de Daute que la rivalidad estaba instalada desde mucho antes entre las élites ilustradas de ambas islas: «los que en Tenerife o en [Gran] Canaria empiezan a abrir los ojos al mundo científico debieran reunir sus fuerzas contra la barbarie común, en lugar de desautorizarse entre sí» (José de Viera y Clavijo, La Tertulia de Nava, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2014, p. 59).
29 Si bien en todo archipiélago, como se ha constatado en las Baleares, la prensa tiene un marcado carácter insular por el espacio tan nítidamente diferenciado que conforma toda isla (Arnau Company Mates y Sebastiá Serra Busquets, «Illes Balears: un sistema informativo periférico. Las dificultades de un espacio comunicativo propio y las relaciones entre la periferia y el poder central», in Julio Antonio Yanes Mesa y cols. (coord.), Periodismo, periferias y marginalidad, Madrid, Editorial Fragua, 2023, p. 151-168. En Canarias, la suma de tal variable con el moderantismo del espectro ideológico y la presencia de dos islas centrales tan equilibradas (Tenerife y Gran Canaria), en contraposición a la indiscutible hegemonía geográfica de Mallorca en el archipiélago baleárico, hacen explicable, junto a otros factores que no vienen al caso, el «pleito insular».
30 Julio Antonio Yanes Mesa, Historia del Periodismo Tinerfeño, 1758-1936. Una visión periférica de la Historia del Periodismo Español, Santa Cruz de Tenerife, Centro de la Cultura Popular Canaria, 2003, p. 288-297.
31 Ibid., p. 297-337.
32 Un panorama del diario divisionista desde dentro de sus entrañas ofrece la obra de quien fuera su redactor-jefe Antonio Jesús Cruz Domínguez, La Provincia, periódico centenario (1911-2011), Las Palmas de Gran Canaria, Anroart Ediciones, 2011.
33 Julio Antonio Yanes Mesa, «El feroz tinerfeñismo del diario La Tarde en su etapa fundacional», Tebeto VII. Anuario del Archivo Insular de Fuerteventura, nº 7, 1994, p. 83-110.
34 Remitimos al lector a los clásicos Georges Weill, El periódico. Orígenes…, op. cit., p. 203-228 (edición original de 1934); y Pierre Albert, Historia de la Prensa, Madrid, Ediciones Rialp, 1990, p. 69-92 (edición original de 1970).
35 Eugenio Burriel de Orueta, Canarias: población y agricultura en una sociedad dependiente, Barcelona, Oikos-Tau, 1981.
36 Julio Antonio Yanes Mesa, «Las finanzas de los periódicos tinerfeños en los años de entreguerras», Vegueta, nº 3, 1998, p. 147-162.
37 Miguel Suárez Bosa, Recuperación y crisis de la economía canaria (1920-1936), Santa Cruz de Tenerife, Editorial Benchomo, 1996.
38 Julio Antonio Yanes Mesa, «The Final Setting of the Golden Age of the Press in the World: the Canary Islands During the Spanish Second Republic (1931-1936)», Ámbitos. Revista internacional de comunicación, nº 19, 2010, p. 284-296.
39 Georges Weill, El periódico. Orígenes…, op. cit., p. 203-228.
40 María Antonia Paz Rebollo y Julio Montero Díaz, El cine informativo, 1895-1945. Creando realidad, Barcelona, Ariel, 2008.
41 Pierre Albert y André-Jean Tudesq, Historia de la radio y…, op. cit., p. 97-158.
42 En base a las dos entregas que, en Santa Cruz de Tenerife, marcaban el diario matutino La Prensa, que a primeras horas del día ofrecía lo sucedido la tarde-noche de la jornada anterior, y el vespertino La Tarde, que después de la sobremesa hacía lo propio con lo acontecido en la mañana. Aunque en los años veinte hubo quien se planteara habilitar, bajo la cabecera La Noche (1924), una tercera entrega de noticias nocturna, ésta fue un rotundo fracaso porque la aceleración del tiempo histórico aún no había adquirido el ritmo suficiente en las islas como para dar juego a tres secuencias de primicias informativas diarias: Julio Antonio Yanes Mesa, Historia del Periodismo Tinerfeño..., op. cit., p. 465.
43 Julio Antonio Yanes Mesa, La Gran Depresión en Canarias…, op. cit., p. 31-128, dedicadas a la crisis del sector frutero, donde más prolifera tal tipo de documentación.
44 John Lewis Gaddis, El paisaje de la Historia. Cómo los historiadores representan el pasado, Barcelona, Anagrama, 2004, p. 82.
45 Simon Gunn, Historia y teoría cultural, Valencia, Universitat de València, 2011, p. 86-92; y Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural?, Barcelona, Paidós Ibérica, Barcelona, 2006, p. 72-73.
46 Alberto Sánchez de Enciso Valero, Republicanismo y republicanos…, op. cit.
47 Julio Antonio Yanes Mesa, «Gaceta de Tenerife o la obstinación de un diario católico-conservador», Revista de Historia Canaria, nº 177, 1995, p. 175-200.
48 Julio Antonio Yanes Mesa, «El diario político Hoy: un anacronismo informativo en Tenerife durante la II República», Anuario de Estudios Atlánticos, nº 38, 1992, p. 603-640.
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Référence électronique
Julio Antonio Yanes Mesa, « La prensa diaria de la II República en Canarias como fuente documental y recurso para la renovación historiográfica: sus singularidades dentro del sistema informativo español », Cahiers de civilisation espagnole contemporaine [En ligne], SPÉCIAL 5 | 2024, mis en ligne le 09 janvier 2025, consulté le 15 mai 2025. URL : http://journals.openedition.org/ccec/18787 ; DOI : https://doi.org/10.4000/1349l
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