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Reseñas

Papeles remodernistas (Sobre Los Archivos_II: Lo que la literatura ilumina, de Juan José Mendoza)

Mariano Vilar
Referencia(s):

Juan José Mendoza, Los Archivos_II: Lo que la literatura ilumina, Villa María, Eduvim, 2024, 452 páginas, 2024.

Texto completo

1Lo primero que llama la atención al lector de Los Archivos_ II son algunas declaraciones iniciales de su autor. La más notable es que se trata de “tres o cuatro libros autónomos e independientes” (la vacilación misma ya es significativa) y la segunda es que la mayor parte de ellos fueron escritos antes de 2020. Esto último podría no parecer especialmente destacable, y no es raro que haya cierta distancia entre la redacción de un libro y su publicación, pero veremos que produce algunos efectos interesantes. Como el mismo texto muestra insistentemente, la relación entre el archivo y el tiempo es siempre compleja, y es doblemente compleja cuando el tiempo es el “presente”.

2Quienes hayan leído otras obras de Juan José Mendoza estarán habituados a su estilo ensayístico, que como él mismo describe en las primeras páginas, involucra más un “deslizamiento” por los temas de su libro anterior (Los Archivos_ Papeles para la nación, 2019) que una profundización. La primera sección (o el primer libro) se titula “Archivo negro”, y retoma el “archival turn” que tuvo lugar muy visiblemente en la década entre 2010 y 2020, en la que los espacios académicos se inundaron de reflexiones sobre este tema de la más variada índole (desde la filología tradicional hasta la teoría literaria más abstracta que pueda imaginarse) y plantea la posibilidad de una “nueva edad de los archivos” en Argentina a partir de iniciativas relativamente recientes que intentan subsanar la desidia de otros períodos. A su vez, Mendoza reflexiona aquí sobre la digitalización y la algoritmización de la vida, la entrega de nuestros datos a corporaciones y cuestiones de esa índole, que también se han vuelto muy familiares en nuestro ecosistema teórico en el último tiempo. Algunas marcas del momento en que fue producido el libro y su distancia con el presente se hacen aquí muy claras, porque apenas dedica algunas palabras a las inteligencias artificiales generativas (chatGPT, Gemini, etc.), que con sus “grandes modelos de lenguaje” (LLM por su sigla en inglés) y sus “corpus de entrenamiento” de millones de textos han redefinido violentamente el sentido de la acumulación de materiales textuales en un tiempo brevísimo.

3 Espiritualmente, Mendoza se presenta como un nostálgico defensor de la lectura lenta en papel y de recorrer librerías de usados, y en contra de la algoritmización del consumo cultural de Amazon y sus derivados. Esto se observa muy claramente en la segunda parte, cuyo título es “Lo que la literatura ilumina”, una colección de ensayos y entrevistas cuasi-autónomos en los que aparecen muchas de las figuras destacadas de la literatura y la crítica argentina de la segunda mitad del siglo XX (y en particular, del último cuarto). Desfilan allí Josefina Ludmer, Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Arturo Carrera, José Emilio Burucúa y el poeta chileno Pedro Lemebel, entre otros. Los ensayos tienen una extensión breve, con un estilo por momentos cuasi periodístico. Destaco una cita de Ludmer que podría pensarse en relación con la propuesta general del libro aunque haya sido formulada respecto del campo general de la teoría literaria: “Hoy todo ese mundo teórico, que es como un núcleo denso donde entra lo político, la teoría, la crítica, la vanguardia… hoy se deshizo, se deshilachó. Hoy es otra cosa. Lo querés llamar teoría literaria, lo llamás. Pero no es análisis de textos, no es investigaciones sobre autores.” (198). ¿Qué nos queda entonces? Varias de las figuras entrevistadas o comentadas ofrecen algunas respuestas tentativas, pero el tono dominante es que esa luz que la literatura irradia apenas alcanza para entibiar el presente. Es un resplandor tenue, como el de una brasa que persiste bajo las cenizas, o como una lámpara olvidada al fondo de la habitación de autores o intelectuales que ya eran ancianos cuando el libro se escribió y que en varios casos (como Ludmer, Sebreli y Sarlo) ya no están con nosotros.

4 La tercera sección (o que quizás es la suma de dos “El remodernismo” y “Las transiciones_”), ofrece una reflexión sobre este y otros problemas y es, a mi juicio, el aporte teórico más contundente del libro, ya que funciona como una propuesta conceptual para pensar la nostalgia no ya del autor sino del campo intelectual (por usar una vieja expresión que nunca pasa de moda) y artístico del siglo XXI. La modernidad, ese proyecto siempre inconcluso (y en el caso argentino, tan ambicionado y tan difícil de conciliar con nuestra situación periférica y cada vez más precaria) aparece como un momento al que es imposible volver pero que no podemos, o no queremos, dejar atrás. Agotadas las ínfulas del posmodernismo, que dejó tras de sí poco más que insatisfacciones, no hay otra cosa más allá que revivals de la modernidad con sus estilos, sus cánones, sus autores, incluso si no podemos reponer sus ambiciones. El interés por los archivos del que todo el libro es testimonio también se ubica en relación con esta tendencia. El hecho de que muchos de los protocolos de la crítica, de la lectura, de la escritura (y podríamos añadir: de la enseñanza) modernos parezcan superadores respecto del presente no es una mera ensoñación nostálgica. La “galaxia Gutenberg” (un concepto de Marshall McLuhan, quien aparece citado en varias ocasiones en el libro) proyecta su sombra sobre la “aldea global” en la forma de un archivo.

5 El último apartado, el manifiesto titulado “Hiperarchivos_” es a mi juicio la parte menos convincente del libro. Su propuesta es retomar el “realismo especulativo” y la “ontología orientada a objetos” de Quentin Meillassoux, Graham Harman y Timothy Morton (autores que estuvieron muy brevemente de moda en la década anterior, al menos para los lectores de la editorial Caja Negra) para pensar la literatura. Las ventajas de esta alquimia son difíciles de percibir, o solo se perciben en la forma de un caudal metafórico un tanto reiterativo. El problema del “correlacionismo” (el objeto de ataque de Meillassoux en su libro más citado, Después de la finitud, donde propone dejar de pensar la realidad en correlación con el sujeto, es decir, ir en contra de la revolución kantiana del saber) tiene un interés limitado para la crítica y la teoría literaria, porque es obvio que la literatura y la crítica están escritas por seres humanos para ser leídas por seres humanos. Las IAs generativas de texto no modifican esto en lo más mínimo ni es probable que puedan hacerlo en base a los modelos actuales. Si en el futuro pueden, a ellas les quedará formular su propia literatura y teoría “basada en objetos”. Aunque el realismo especulativo es una aventura intelectual digna y estimulante, no creo que tenga mucho para decirnos en relación con la literatura. El “materialismo” supuestamente invocado desde esta perspectiva (que se ve también en el lamentable libro de Jussi Parikka Una geología de los medios, también editado por Caja Negra) nos convoca a pensar en términos políticos el extractivismo y la destrucción del planeta, pero en términos literarios y críticos, no es más que un objeto temático, algo de lo que se puede hablar.

6Además de todo lo que hemos mencionado, Los Archivos_ II hace honor a su título en un sentido muy literal al incluir tres secciones tituladas “Documentos”. Contienen respectivamente dos entrevistas inéditas a Roberto Arlt, un intercambio epistolar entre Jorge Álvarez (a cuya memoria está dedicado el libro), Beatriz Guido y Torres Nilsson, y una serie de testimonios sobre las revueltas que dieron lugar a la reforma universitaria en Córdoba a principios de siglo. Las tres abren preguntas interesantes sobre el problema de la modernidad cultural y artística sobre la que encontramos tantas observaciones precisas e iluminadoras a lo largo de todo el libro de Juan Mendoza.

7Un último comentario. Empecé esta reseña hablando de la distancia temporal entre la redacción del texto y su publicación. Más allá de la distancia tecnológica que esto genera con el presente inmediato y de algunos fallecimientos importantes en el panorama local a los que hice alusión, hay un efecto un tanto más ominoso y difícil de precisar. El libro fue escrito antes de la pandemia de coronavirus, y mucho antes de que las ansias modernizadoras argentinas dieran un nuevo y temerario salto al vacío que pareciera mucho más obstinado en revolucionar la cultura que los inmediatamente anteriores. La “ontología orientada a objetos” puede ser la novedad de ayer, pero el aceleracionismo es política de estado. El efecto (¿ilusorio? hoy no podemos saberlo) de que el futuro llega todos los días contradice esa sensación de nostalgia por el fin de siglo XX en la que no se veía en el horizonte más que un sampleo (o si se prefiere, pastiche), un eterno retorno, un “ya no, pero, sin embargo…”. Cantábamos “el futuro llegó, hace rato” para decirnos que sí, que el futuro/presente era malo, pero era un malo conocido, uno que podíamos contrastar con los archivos. Hoy, 2025, no tenemos ese consuelo.

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Para citar este artículo

Referencia electrónica

Mariano Vilar, «Papeles remodernistas (Sobre Los Archivos_II: Lo que la literatura ilumina, de Juan José Mendoza)»Cuadernos LIRICO [En línea], 31 | 2025, Publicado el 11 octubre 2025, consultado el 07 noviembre 2025. URL: http://journals.openedition.org/lirico/20956; DOI: https://doi.org/10.4000/14zpy

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Autor

Mariano Vilar

Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas "Dr. Amado Alonso", Universidad de Buenos
ires / CONICET
frioconbotas@gmail.com

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Derechos de autor

CC-BY-NC-ND-4.0

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