1Este dossier «Débat» invita a cuestionar la noción de expolio de bienes culturales en la península ibérica y en América Latina. Lo hace preguntándose acerca de si es un fenómeno único o múltiple, si es material o inmaterial, si se limita a un momento puntual o si tiene consecuencias que perduran en el tiempo, si es un daño patrimonial o si repercute a otros ámbitos de la sociedad. Este concepto polisémico asume significados distintos dependiendo del periodo histórico, del contexto geográfico y del tipo de relación existente entre los actores sociales. Por ello, hemos querido afrontarlo con ejemplos que ilustren esta diversidad y se completen entre sí. Esto no significa que se hayan agotado los temas o, ni siquiera, que se haya dicho todo. Hay temas, críticas y planteamientos que quedan a la discreción de cada lector, a su buen juicio y criterio.

2La Real Academia de la Lengua Española define la acción de expoliar como «despojar algo o a alguien con violencia o con iniquidad», con el objetivo principal de lucrarse, que sea en un plan pecuniario o simbólico. Estas apropiaciones de bienes culturales, seguidas por sus circulaciones (forzadas) o translocaciones, se llevan a cabo en el ámbito de relaciones de poder asimétricas. Por ello, estos actos dan lugar a reivindicaciones, demandas de restituciones o de reparaciones memoriales entre individuos, colectivos o estados. Algunos sinónimos, como saqueo, despojo, incautación, demuestran que el término «expolio» está cargado de implicaciones ideológicas, políticas, simbólicas e incluso emocionales que en sí mismas orientan a una lectura particular de los acontecimientos.

3Actualmente existe un diálogo fluido entre arqueólogos y entre juristas, a menudo incluso entre los dos colectivos. Nosotros hemos querido cambiar el foco y combinar las opiniones de la antropología social, la historia contemporánea, la arqueología, la museología, la numismática y el arte. La coherencia del discurso y su complementariedad alcanzan desde los casos tangibles a los inmateriales, mostrando la complejidad del concepto, su impacto en las prácticas y discursos de distintos actores, sus distintas representaciones e instrumentalizaciones. Las ocho contribuciones ponen de manifiesto no solamente el aspecto económico de los expolios, sino también su dimensión sociológica, política y simbólica. Algunos autores, como Estrada-Rius, parten de un enfoque institucional, en ese caso para analizar las ambigüedades del coleccionismo en numismática; otros, como Donna Yates, privilegian un punto de vista etnográfico a partir de las representaciones de los actores, interesándose más en específico en la relación entre los compradores y los objetos. La reflexividad de este tema, es decir la implicación del investigador en los hechos analizados y la manera en la cual él mismo produce efectos, o los padece, es otra dimensión explorada aquí, especialmente en la contribución de Luis de Miquel desde su dirección del museo arqueológico de Murcia.

4España, situada como país de paso en el tráfico de arte, es un caso de estudio particular. En la época colonial, la Corona protagonizó el expolio de los monumentos fúnebres en América, organizando verdaderas empresas de extracción de «tesoros» que, como lo describe Delibes, tenían una composición muy heterogénea. Por otro lado, España se sitúa como un país «fuente» con respeto a otros países denominados consumidores o market nations. En este sentido, a partir del siglo xix, el país sufrió del saqueo por parte de múltiples actores —intelectuales, comerciantes, diplomáticos— originarios de países extranjeros. Estas acciones persisten hoy en día y se inscriben en una cadena de relaciones económicas que atraviesan socialmente el país partiendo desde un eslabón en el que unos personajes locales, muchas veces aficionados a la historia (como los tombaroli en Italia o los huaqueros en el Perú), saquean, coleccionan, comercializan y así estructuran un mercado y una red de relaciones opaca. Yáñez y Rodríguez Temiño analizan la evolución de la figura del pitero o detectorista, un símbolo de la depredación en contextos rurales ya azotados por la crisis económica y olas de migraciones, que entre 1970 y 1990 se han vuelto más violentos en relación con el endurecimiento de las políticas de protección el patrimonio.

5Si el fenómeno de «expolio» está relacionado, en el imaginario común, a los yacimientos arqueológicos, esta publicación pone de manifiesto otros tipos de contextos: el conjunto histórico del barrio Cabañal de Valencia en el diálogo entre Mompó y Pressman, completamente paralelizable al tráfico ilícito de obras de arte —sobre todo pinturas y arte religioso— durante la Guerra Civil, expuesto por Rebeca Saavedra.

6Todas estas contribuciones muestran que el patrimonio puede ser apropiado e instrumentalizado por distintas partes (políticos, coleccionistas, militantes), cada una tratando de sacar provecho o utilizarlo en negociaciones de otro tipo. Así, la complejidad del tema del expolio, eje común de todos los textos reunidos, permite salir de un enfoque maniqueo que, a menudo, reproduce las divisiones binarias y simplistas entre saqueador/saqueado, depredador/despojado, dominador/dominado y presenta la necesidad de utilizar el plural para seguir tratando el fenómeno de «los expolios». Esta deconstrucción es patente en el ejercicio de inversión de perspectiva propuesto por Cristóbal Gnecco: su artículo nos muestra una forma de expolio realizado por mano de las instituciones a través de políticas patrimoniales, a expensas de las comunidades que se sienten despojadas no solamente de un bien, sino también del control sobre la gestión del territorio.

7El entramado entre estas múltiples narrativas es lo que otorga al tema su interés tanto socio-antropológico como político. Esperamos que esta polifonía de experiencias aporte reflexión en un momento histórico en el cuál asistimos a una moralización de los debates sobre la de-localización y la descolonización del patrimonio, unos temas controvertidos sin duda muy presentes hoy en día en el espacio público, político y académico.