1La empresa cultural emprendida por el equipo encabezado por Laura Suárez de la Torre ha quedado plasmada en tinta y en papel. El voluminoso libro que comentamos recoge las ponencias presentadas en el congreso del mismo nombre que se efectuó en el Instituto Mora en mayo del 2000. Reúne 45 trabajos de investigadores provenientes de distintas instituciones que han dedicado sus esfuerzos al estudio de la historia dedicada al mundo del libro y la letra impresa.

2Teniendo como telar de fondo la letra impresa, se va tejiendo un tapiz multicolor a través del análisis de cuestiones técnicas, artísticas, biográficas, polémicas, literarias, historiográficas. Por este libro desfilan los impresores, periodistas y empresarios que durante la primera mitad del siglo XIX quemaron sus pestañas a fin de entregar a sus lectores un producto encaminado a su comprensión, conocimiento y polémica. Como bien dice la coordinadora en su presentación, este libro ofrece la oportunidad, por otra parte muy necesaria, de "repensar la primera mitad del siglo XIX a partir de un universo de publicaciones".

3Uno de los aspectos que podemos vislumbrar es la existencia de un poderoso vehículo encaminado a la formación de aquellos ciudadanos de un país recientemente independizado y que estaba dedicado a la búsqueda de elementos de identidad nacional. Así se va concretando un imaginario a partir de la creación de una historia, una literatura, una ciencia, una lengua o una música mexicanas a partir de palabras, ilustraciones, experimentos y sonidos. Y no hay que olvidar el papel que desempeñaron las oraciones cívicas, que merecen considerarse como objeto de estudio para enriquecer la formación de la conciencia nacional. La letra impresa era un instrumento utilizado ampliamente por los letrados para difundir y defender sus intereses.

4Aunque los trabajos están centrados principalmente en la ciudad de México, se incluyen algunos que dan cuenta de las actividades en Veracruz, Michoacán, Jalisco y Pueblay en otras partes de la república. Las tribulaciones económicas no fueron un obstáculo para el desarrollo de esta actividad, aunque estuviera en el aire la pregunta del éxito que pudieran tener los impresos en una sociedad mayoritariamente analfabeta. Sin embargo, la imposibilidad de leer por sí mismo no impedía la difusión del conocimiento. Las prácticas de la lectura, no siempre íntima sino a veces compartida, en voz alta, estaban muy difundidas en la primera mitad del siglo XIX.

5Para ser útiles al próximo, cubrir la máxima ilustrada de atender al bien común y participar en la conformación de la opinión pública, los impresores y editores comprendieron que era necesario atraer a todas las clases sociales, incluyendo a las que no pudieran gastar parte de su escaso jornal en la compra de una publicación. Así pues, se proyectaron y establecieron gabinetes de lectura donde, por una módica cuota, se tenía acceso a diversos impresos. Los periódicos y los folletos funcionaban así como un agente de sociabilidad ya que los textos eran comentados y discutidos. En diversos artículos se puede recrear la vida cotidiana no sólo de los impresores sino también de los lectores. Es innegable la contribución del libro a la comprensión de los primeros años del México independiente.

6Si bien es cierto que queda mucho por investigar, estos trabajos, que seguramente son sólo avances de investigaciones de mayor envergadura, nos muestran que se están aprovechando distintas vías para acercarnos al pasado. Así, no es difícil que pronto tengamos mayor información sobre aspectos como el tiraje, la distribución de los ejemplares, las formas de comunicación, la recepción de la lectura y otros tantos aspectos de nuestra historia cultural.