El Burgo
El Burgo
Sierra de grazalema
Ronda
Tintas de Viajes: Véronique Lagarde a Roberto Ruiz.
Tierra, hierba y cactus.
En España, en el País Vasco, en México, dibujar los elementos del paisaje, un poco al azar. Primero la tierra, los insectos, las plantas; por fin consigo ver los espacios.
Pero pierdo los pinceles, la tinta cae sobre la hoja al más leve golpe de brisa, una maldita lluvia borra los primeros trazos. Demasiado equipamiento.
Volviéndome compacta resisto mejor las intemperies: una mochila, un cuaderno (35x27cm, 100 páginas de papel Ingres) y algunas pinzas de ropa. Una cocina de bolsillo.
Va pasando el día, cambia la luz y el dibujo se toma todo el tiempo que le da la gana.
Baigorri
Baigorri
Ubrique
Cinco de la mañana
Baigorri, las cinco de la mañana.
Enfadado con nuestra anfitriona desde hace más de cuarenta años, el vecino ha asediado el albergue con una serie de trampas para turistas: un montón de estiércol apestoso, nubes de moscas, mugidos de vacas y campanazos antes del amanecer.
Ante la falta de sueño, buena es la pintura.
Asisto entonces a la salida de las vacas, cuaderno en mano, detrás del pórtico de la terraza. En las colinas de los alrededores, las casas y los prados, las cercas están por todas partes. Ellas no impidieron que mi provocador vecino me diera finalmente los buenos días.
Y se agranda el espacio.
Arcangues
Ascarat
El Burgo
Chilla
El milagro de Chilla.
Peregrinaje de Chilla, lugar de fervor popular en Extremadura, temprano en la mañana, frente a una pareja de encargados cuya casa linda con la capilla.
La mujer me indica que sus flores no están en el esbozo. Borrador, trazo de lápiz, algo de color. No hay forma de incluirlas.
De repente, un milagro. La perspectiva se ha vuelto cóncava y termina absorbiendo todo el panorama: flores, césped, casa, árboles y hasta la mismísima Sierra de Gredos.
En adelante, siempre me acompaña el llavero de Nuestra Dama de Chilla, comprado cuando me fui.
Lavas del Teide
Los Gigantes
El Teide
Puebla
Volcanes.
Hormiga sobre tierra arada, yo camino por las lavas del Teide. Caos basáltico, piedras multicolores y aloe vera… Manchas de tinta y garabatos.
Puerta a puerta en Puebla: “¿Se puede subir a la terraza, por favor?”. Un recepcionista desconfiado me deja subir andando, hasta el séptimo piso del Hotel Colonial.
Desalentada, bosquejo el Popocatépetl que me concede el honor de mostrarse un momento.
Tres fantasmas en fusión no impiden que la ciudad viva en medio del olor a especias y azúcar.
Quizás las cruces conjuren el miedo a los diablos.
Ronda
Socoa
Fuerte Loreto
Casa fortificada
La muralla.
Espacio de memoria y fiesta nacional. En la entrada se puede leer: “Cinco de mayo 1862, los mexicanos han vencido al gran ejército francés”, aunque los franceses han ganado la batalla algún tiempo más tarde. El Fuerte Loreto alberga ahora el Museo de la no intervención.
Socoa, 1636. Apenas construido el fuerte por los franceses, los españoles se instalan a lo largo de la costa. 1686, Vauban fortalece las murallas y la torre, lo que no impide que los españoles y los ingleses embistan el lugar en varias ocasiones.
En la actualidad, la frontera ya no lo es, pero Socoa protege orgullosamente unas barcas escasas de la marejada atlántica. Merde à Vauban.
En casa
En casa
En casa
Ronda
En casa de Margarita.
1978, desde las brumas norteñas caigo en Villanueva de la Vera, pueblo del Piamonte de la Sierra de Gredos. Casas blancas apelotonadas y sofocadas de calor. Un pasillo que da sobre el corral, el patio y el antro de Margarita. Ella pone a secar melocotones suspendidos sobre el tendedero, tuesta los cacahuetes en un caldero y blanquea la ropa en el lavadero, un magnífico desbarajuste. Por la noche, charla con los vecinos, sentada en una sillita en plena calle.
Hoy, sus hijos viven en la ciudad; edificios de ladrillo, balcones y cuartos de baño embaldosados de blanco; hasta sueñan con ir al pueblo para las vacaciones.
Se fue Margarita.
Franz Mayer
Teotihuacán
Puebla
Hasta luego
A Roberto Ruiz.
Museo Franz Mayer, Roberto Ruiz se acerca, quiere ver los dibujos. En la página de Teotihuacán, me explica que la montaña del fondo se llama el Cerro Gordo: “he nacido allí” dice colocando el dedo sobre el pequeño montículo detrás de la Pirámide de la Luna. Afortunadamente, no se me había olvidado el montículo. Él sacó una pluma y, con gesto seguro de viejo artesano, trazó en una servilleta de bar un pájaro y las montañas con el subtítulo: “Recuerdo de México para Véronique Lagarde”. En otra ocasión, quizás, se atreverá a utilizar una hoja de mi cuaderno. La próxima vez, en México o en otro lugar, en todos los rincones del mundo adonde aún no he ido, daré con otros hombres en sus paisajes.